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Enrique Munné

Como tantos otros, el pianista y compositor Enrique Juan Munné logró ocupar un espacio en el difícil circuito tanguero de Buenos Aires. Es ésta una breve reseña de su actividad artística cuyas raíces nos remiten a la lejana Cataluña.

Enrique Juan Munné nace en Rosario el 22 de julio de 1912. A temprana edad, muestra inquietudes musicales por lo que su padre lo envía a estudiar con Manuel Cuevas Mederos, canario, que se había radicado en el país hacía poco tiempo.

Enrique Munné padre, un eximio pintor de “ideas avanzadas” contempla con orgullo la inclinación artística de su hijo. Vale la pena detenernos por un momento en este singular catalán.

Había nacido en Barcelona en 1880, donde comenzó tanto su actividad pictórica como su militancia anarquista. La península vivía por ese entonces un período agitado, con un movimiento obrero sólidamente organizado. Desde el tiranicidio de Tárrida del Mármol a manos de Angiolillo en 1897 hasta los crímenes de Montjuich, el panorama político de España se había complicado demasiado para idealistas como Munné. Así, en 1907 decidió junto a su hermano y a Vicente Paino, un pintor compañero de ideas, viajar a la Argentina. No fue casual que el destino haya sido Rosario, ciudad que debido a su movimiento libertario había sido denominada “La Barcelona Argentina”.

Ya en esta ciudad, comenzó su actividad artística en el taller de vitrales de Buxadera, del club Industrial, y de a poco se fue transformando en uno de los pintores más reconocidos de la urbe. Al mismo tiempo, tenía un taller en Maipú al 800 en el que realizaba tareas de letrista en carteles de publicidad.

Catalogado por los especialistas como de variada e impecable técnica, fue nombrado presidente de la escuela del Centre Català de Entre Ríos al 700. Esta institución catalana, que le debe su emblema y en la que aún hoy es posible apreciar algunas de sus obras, le permitió canalizar su arte en momentos en que la aristocracia rosarina no compraba sus obras en represalia a su anarquismo. Desde allí, proclamó y debatió en defensa de su ideario, a la vez que dictó cursos de teatro y, aprovechando su conocimiento de idiomas, participó en compañías italianas, españolas y francesas. También el Cementerio El Salvador ofrece testimonios de su arte.

Pese a esta intensa y multifacética actividad, su paso a la posteridad en el ambiente pictórico se debe, sobre todo, a su labor docente. Fue profesor en la Academia de Bellas Artes, de Buenos Aires y en Rosario tuvo alumnos destacados. Con mencionar a tres de ellos, la magnitud de esta faceta queda dimensionada: Juan Antonio Berni, Ambrosio Gatti y Juan Babbini.

El paso del tiempo afectó su vista pero no su espíritu. La muerte lo encontró, en 1949, ciego y dedicado a la poesía.

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Éste fue el hombre que influyó de modo decisivo en el personaje que aquí recordamos.

Volvamos, entonces, a su hijo Enrique Juan y sus estudios de piano. Nos ubicamos en la década del ’30, época en la que comparte su pasión por la música con el violinista Vicente Segundo Pendino. Siente por entonces inclinación por el género clásico y su acabada formación musical le permite ejecutarlo sin inconvenientes. A comienzos de 1935, lo encontramos en LT3 como solista de su instrumento, junto a Emilio Aldo Teló (piano), Pablo Maldonado (violoncello) y Tomás Santesteban (violín).

En tanto, su familia se ha inclinado al negocio del cinematógrafo y Enrique, debuta en el cine “Bristol”, de Maipú 1174, como ejecutante de piano. Allí, entre otros ritmos, se desliza algún tango y, poco a poco, ese ritmo ciudadano va ganando su corazón.
En 1937, se incorpora como pianista de la orquesta de Luis Chera, donde cantan Élida y Oscar, una de las primeras parejas vocales del género. Las cosas van bien aquí pero Buenos Aires puede más. Antes de finalizar el año, se radica en la gran ciudad y, como tantos otros, encuentra alojamiento en la pensión “La Alegría”, de Salta 321, solar de bohemia impenitente, por donde desfilan Antonio Ríos, Julio Ahumada, Armando Pontier, Enrique Mario Francini, Alberto Suárez Villanueva y Héctor Stamponi, entre otros.

En cuanto a sus dotes pianísticas, inmediatamente repercuten en el ambiente tanguero de la capital. Esto posibilita la convocatoria de un nombre mayor: Elvino Vardaro, que debe formar orquesta para presentarse en LR3 Radio Belgrano. El conjunto tiene arreglos de Mario Maurano y está integrado por dos pianos (Munné y José Pascual). Entre los que completan el conjunto, aparecen los nombres de Jorge Argentino Fernández y Ángel Domínguez en bandoneones y Hugo Baralis, en la fila de violines que secundan al director.

Todo se reduce a una serie de audiciones radiales, pues alegan los directores de la radio que “esa orquesta toca muy difícil”. De todos modos, su nombre ya está instalado en el corazón de la vanguardia de la época.

Mientras, con Emilio Barbato, su compañero de habitación en la famosa pensión de la calle Salta, alquilan dos instrumentos a «Lotermoser» y preparan conciertos a dos pianos. El desorden propiciado por los inquilinos casi acaba con la integridad de los instrumentos pero rinde sus frutos, pues son contratados por LT8.

Este regreso a Rosario lo reencuentra con su ciudad y su gente. Además, algo decisivo ocurre en su vida. En la casa de música “Romero Fernández” conoce a Olga Vaccaro, con quien inicia una relación sentimental. Ésta es la razón principal de su decisión de quedarse en su “pago chico”.

A fines de 1939, se asocia con el bandoneonista Julio Conti que, siempre atento a las nuevas vertientes dentro del tango, ve una posibilidad de romper el esquema algo anquilosado de la mayoría de los conjuntos rosarinos. La orquesta típica “Conti-Munné” queda entonces así conformada:

Piano Enrique Munné

Bandoneón Julio Conti

Andrés Mazzasogni

Ángel Yapoconelli

Alberto Natale

Violín Alberto Allegro

Vicente Ottado

Josué Ríspoli

Contrabajo Francisco Cargnelli

Cantor Lito del Valle

Munné logra picos de excelsitud con sus arreglos entre los que se destaca el de “A quien le puede importar”[1] (Mariano Mores-Enrique Cadícamo).

Debido al éxito conseguido, son contratados por LT3 Radio Cerealista, en la cual permanecen durante varios meses auspiciados por la Sastrería El Elegante. Aquí, Vicente Segundo Pendino ocupa el lugar de Allegro.

El 25/4/40 se inaugura el Dancing Paradise, que inicia sus actividades con dos secciones: de 18:30 a 20:30 hs y de 21:30 a 2:30 hs. Las orquestas elegidas para el debut son la Típica “Conti-Munné”, la “Jazz Dixieland Swingers” y la “Característica de Vicente Lepere”.

Continúan, además, con una intensa actividad radial. En tanto, el 1º/9/40, actúan en el Teatro Colón, de Rosario, junto a la orquesta de Feliciano Brunelli y sus cantores Oscar Valeta y Alberto Radamés. También realizan presentaciones en el Cine Select, del barrio de Arroyito.

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En 1941, “Conti-Munné” realiza los carnavales en el Cine Star, de 27 de febrero 1065, junto al conjunto de Atilio Cavestri con su vocalista Nobleza Cassini y la Orquesta Vienesa dirigida por Alberth Nathal con 20 profesores.

Luego, Enrique viaja a Montevideo y deja la orquesta en manos de su socio. Mientras, se ha hecho cargo, junto a unos tíos, del cine “Normandie”, de Salta al 2900, pero las cosas no salen bien. Así, con la anuencia de Olga, decide establecerse de modo definitivo en Buenos Aires. Se casan en Rosario el 16/1/42 y de allí parten hacia la gran ciudad, donde Enrique comienza su actividad musical en la orquesta Famá-Amor, dirigida por Federico Scorticatti. Será la primera de una serie de formaciones en las que aportará su talento.

Pero la faceta más importante de su carrera, la de compositor, adquirirá importancia a partir del 13/8/44, cuando Lucio Demare con su cantor Horacio Quintana registren 1) “Corazón no le digas a nadie”, con música de Enrique y letra de Luis Castiñeira. A partir de allí, se sucederá una considerable cantidad de grabaciones de sus obras, que lo ubican en un lugar de respeto entre los melodistas del tango:

2) 28/12/44: “Corazón no le digas a nadie”, por Osvaldo Fresedo con Oscar Serpa

3) 28/5/45: “Maleza” (letra de Cátulo Castillo), por Osvaldo Pugliese con Alberto Morán

4) 6/11/45: “Maleza”, por Osvaldo Fresedo con Oscar Serpa

5) 4/4/46: “Que cosas tiene la vida” (letra de Roberto Lambertucci) por Miguel Caló con Roberto Arrieta

6) 23/5/47: “La canción más triste” (letra de Roberto Lambertucci), por Alberto Marino con su orquesta dirigida por Emilio Balcarce

7) 28/5/47: “La canción más triste”, por Carlos Di Sarli con Alberto Podestá

8) 1952[2]: “La canción más triste”, por Carlos Di Sarli con Oscar Serpa

9) 9/9/58: “Aquí en la tierra” (letra de Carlos Bahr), por Rodolfo Biagi con Hugo Duval

10) 12/11/58: “Amor mío” (letra de Carlos Bahr), por Rodolfo Biagi con Hugo Duval

11) 13/11/58: “La pena de James Dean” (letra de Carlos Bahr), por Jorge Caldara con Miguel Martino[3].

Durante su permanencia en la Capital continúa alternando con sus viejos amigos de Rosario, en particular con Julio Ahumada, Nito Farace y los hermanos Lipesker.

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En tanto, continúa con su labor en distintos ámbitos del mundo musical porteño. Hace solos de piano en Radio El Mundo, es director de orquesta en Radio Libertad y se desempeña largo tiempo como músico estable de la boite “Gong”, de Avenida Córdoba.

Todo esto no es obstáculo para que siga siendo convocado por los grandes del tango. El hecho más significativo, en este aspecto, es su participación en 1959 en la orquesta de Pedro Maffia. El gran bandoneonista ha decidido volver a la música y se asocia al cantor Alberto Gómez, con el que tantas batallas han afrontado en los palcos tangueros. Realizan actuaciones en Radio Belgrano y algunas grabaciones para el sello T.K.. Además del piano de Munné y el bandoneón solista del director, encontramos figuras de la talla de Elvino Vardaro como 1º violín.

Luego, forma parte durante varias temporadas del plantel de Mariano Mores y participa en distintas incursiones de su amigo, el “Chula” Gabriel Clausi, por estudios de grabación.

Al promediar la década del ’70 realiza, junto a Hugo Baralis, distintas presentaciones en locales y en TV, con una modalidad poco usual: piano y violín.

Por otra parte, alcanza a grabar obras como “La cumparsita” (G.Matos Rodríguez) y “Nostalgias” (Juan Carlos Cobián) con quinteto propio así constituido:

Piano Enrique Juan Munné

Bandoneón Gabriel Clausi

Federico Scorticati

Violín Hugo Baralis

Contrabajo Benigno Quintela

Luego, llega su jubilación y con ella su estancia en Mar del Plata, donde residió cerca de 10 años. Como no podía ser de otro modo, continuó allí su impenitente búsqueda de belleza a través de la música. Entre los amigos que en la ciudad balnearia compartieron sus horas, se cuentan el eximio violinista José De Pilato y el pianista rosarino Aldo Maino, el amigo más cercano en el último tramo de su vida.

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En cuanto a su actividad artística de entonces, un hecho alcanza singular relieve. En 1998, el sello “Melopea”, de Litto Nebbia, graba el CD “Por la vuelta”, que contiene 10 registros del dúo de piano y violín, ejecutados por Antonio Agri y Enrique Munné. Las obras seleccionadas, cuyos arreglos pertenecen al pianista aquí recordado, son: “Tema otoñal” (Enrique M. Francini), “Tango melódico” (Enrique Munné), “Por la vuelta” (José Tinelli), “Milonga triste” (Sebastián Piana), “El choclo” (Ángel Villoldo), “Ojos negros” (Vicente Greco), “Pampero” (Osvaldo Fresedo), “Griseta” (Enrique Delfino), “Los mareados” (Juan Carlos Cobián) “S.P. de nada” (Antonio Agri).

Pasado un tiempo, Enrique retorna a Buenos Aires y, junto a su esposa, se instala en el barrio de Belgrano con su nieta y bisnietas. Fallece en esa ciudad, el 6 de noviembre de 2005. Su muerte cierra un ciclo que se había iniciado en el Mediterráneo hacía poco más de un siglo.

Este trabajo biográfico sobre ENRIQUE MUNNE, fue realizado por Lautaro Kaller, periodista, escritor y amador del Tango.

Kaller vive en Rosario, y actualmente está abocado a completar un Diccionario completo sobre los músicos de tango rosarinos.

[1] Tango que en ese momento lograba gran popularidad en Rosario, debido a las recientes grabaciones de Lomuto con Fernando Díaz y de Francisco Canaro con Ernesto Famá.

[2] Esta grabación fue realizada en “Music Hall”, sello en el que, durante este período, no se puede establecer con certeza el día y el mes del registro.

[3] “Humo”, su primera obra, fue enviada por Munné desde su Rosario natal a un concurso en Buenos Aires y pese a que resultó seleccionada para ser versificada por Enrique Cadícamo, no alcanzó la trascendencia esperada.